Soy del 74, del milenio anterior, en el que internet y un teléfono celular aún pertenecían a la literatura fantástica. Me defino como una adicta incurable a los procesos creativos en todas sus formas. Mi formación en las artes plásticas comenzó desde muy chica de la mano de mi madre, quien fue una maravillosa artista y muralista egresada de la Cárcova. Nos prohibía copiar, calcar y cualquier otra acción que coartara nuestra originalidad. En aquellos años lo padecí. Hoy lo celebro. Ahora comprendo que todos esos conceptos y técnicas entre los que aprendí a caminar y fui creciendo, quedaron dentro mio incubando durante 35 años hasta que emergieron con una fuerza volcánica, que no pude y no quiero refrenar. Hasta ese momento el periodismo y la producción audiovisual fueron mi principal canal de expresión y conexión con el mundo. Trabajé como cronista, productora, guionista y gerente de nuevos contenidos de América 2.
Con el paso de los años, mi compromiso con la creación de un mundo más sustentable y mi amor por la naturaleza, fueron el fermento donde se potenció mi vocación como artista visual. Me gusta desdibujar los límites entre lo visual, la literatura, la escultura y la pintura.
Los conceptos de diversidad e inclusión plasmados en una marcada exaltación de la asimetría y la desproporción, atraviesan de manera transversal todas mis obras. Mis trabajos podrían enmarcarse dentro del concepto de bioarte y arte povera, ya que mis dos caminos están vinculados a lo orgánico y a la utilización de elementos de descarte, especialmente las purgas plásticas, resinas y todo desecho industrial, que rescato del container contaminante y le doy la oportunidad de transformarse en mensaje, belleza y vida. Los materiales protagonistas de mis obras no los compro. Son recolectados, rescatados o creados por mí. Uso elementos orgánicos como hojas, flores, scoby (celulosa bacteriana) y maderas, entre otros. Poner a la naturaleza en primer plano para visibilizarla y co crear con ella ha sido para mí el punto de partida. Aún cuando la obra ha tenido su primera aproximación al final, lo orgánico sigue un proceso independiente de mí y eso me vuelve a ubicar en la humildad del artesano.
Todo objeto cotidiano que capta mi atención, lo intervengo e incorporo a mis trabajos, como metáfora de un profundo anhelo de inclusión. También trabajo sobre los marcos, reciclándolos e interviniéndolos como un contexto no disociado de la realidad creada. Tengo devoción por lo roto, lo imperfecto, aquellos materiales que pocos elegirían y que para mí son conmovedoramente hermosos. Me gusta que las marcas se vean, algunas pinceladas, restos de material, cortes fuera de escuadra y asimétricos.
Emulando el kintsugi (arte japonés que restaura las piezas de cerámica sin tapar las fracturas, sino dándoles un mayor valor cubriéndolas con líneas de oro) quisiera que mi arte sea una invitación a abrazar las propias cicatrices y a pegar los pedazos con el valor de los aprendizajes, aplastando toda imagen o concepto de perfección. Es así que con mi producción creativa aspiro a que un sinfín de texturas, materiales, colores y formatos celebren la diversidad creando un todo felizmente heterogéneo.
Suelo trabajar en simultáneo hasta con 8 obras desplegadas en medio de un caos sistémico. Reivindico el error y lo que no sale como pensé en primera instancia. No siempre elaboro bocetos, muchas veces parto de una idea y me dejo llevar, fluyendo entre materiales y herramientas. En ese trance he descubierto la libertad más absoluta, el encuentro conmigo misma más auténtico.
Un verbo con el que identifico mi trabajo es mutar, transformarse como la oruga, de hoja comida por las hormigas a concepto artístico de resiliencia, de descarte industrial a laberinto plástico escenográfico. Muchas de mis obras no tienen una orientación predefinida, los conceptos de arriba o abajo pueden modificarse en segundos.
Abrazar lo diverso y la defensa de la naturaleza son el Alma Máter de toda mi actividad artística.
Gracias por llegar hasta acá. 😊
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