Ruiz Cardinalli, Adriana

En mis pinturas siempre hay partes de razón, intención e intuición y es en lo intuitivo donde está la libertad, sin lógica y sin pudor. La pintura me empuja a la acción. A la hora de crear me quedo en blanco y me dejo llevar.

Cada color tiene una fuerza y una vibración distinta que me transporta a un estado estático y fluctuante a la vez. Cada mancha, cada pincelada, cada espatulada despiertan en mí un torbellino de emociones donde es un ir y venir de la paz a la tranquilidad, del placer al malestar, de la serenidad a la exaltación.
Abstraerme me libera de la descripción literal del cuadro y me conduce hacia una musicalidad más profunda donde las pulsiones se convierten en formas que viven por sí mismas sin necesidad de representar.

A veces siento que la obra necesita reposo, detenimiento y determinación, dando paso a lo racional, es el momento en que decido escuchar y dar respuesta a lo que la pintura me pide. Siento siempre que estoy en época de cambios, de aprendizajes permanente, de reinventarme y explorar, que mi proceso creativo va fluctuando y seguirá transformándose en tanto yo siga teniendo esta necesidad casi fisiológica de crear para expresarme.